miércoles, 22 de diciembre de 2010

Tengo una máxima: Volar.



Me llaman loco porque digo que sé volar.
¿Cómo vais a comprenderlo vosotros los terrestres? Si nunca habéis volado…
¿O acaso no es cierto que habéis echado raíces?
Estáis atados al suelo, os gusta esa seguridad que os da la firmeza, cobardes.
A mí me gusta la ingravidez, contemplar vuestra cárcel desde las alturas. Maldita sea vuestra fuerza de gravedad.
Pero no me conformo con volar, vuelo alto, altísimo, no a ras, estratosférico.
Y no es un vuelo cualquiera, es un vuelo embriagador y asfixiante, solemne y mágico.
Tengo alas de “despecados” maduros, el aire es mi hábitat. Yo sí sé amar, con más dureza de la que encontráis vosotros en el suelo. Estáis hechos de frágil arena, me provoca vuestra infinita divisibilidad, sólo servís para fabricar relojes. Evaporaos, sed aire, sed al menos volátiles como perfumes.
“Quien osó superar el vuelo de los pájaros una cosa debe saber, caer, pacientemente, descansar en la gravedad.”
No hay más imaginación que esa línea que nos separa...
No hay más prisa que la que lleva mi viento…
La gravedad nos consume…

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