No amo los cuerpos ni sus formas redondeadas, ni su calidez, ni su presencia. Ni el aliento húmedo de una palabra en la oreja, ni siquiera el templado tacto de las pestañas sobre el pecho.
No amo sus torpes movimientos ni la vulgaridad con la que tocan. No amo los labios, ya sean carnosos o estrechos.
No amo los ojos si están vacíos.
Yo hago el amor con las mentes.
Las mentes son sugerentes.
Las ideas estimulantes, los pensamientos excitantes, el ingenio afrodisíaco, la inteligencia incitante.
El saber me provoca, yo hago el amor con las mentes…
O mejor, no hagamos el amor, que Él nos haga a nosotros.
¿Quién va a parar a tu pasión? ¿Tu razón?
Me excita más el calor de un pensamiento que el de todas las pieles muertas del mundo. Yo hago el amor con las mentes…
Soy perfectamente capaz de soportar la impotente imagen de un cuerpo desnudo, pero no puedo resistirme a la agudeza de una mente inspirada, no puedo, tengo que hacer el amor con las mentes…
No amo los cuerpos, yo amo las mentes y sus sugerencias volátiles, libres y rápidas como colores, hago el amor con las mentes y mezclándome con ellas creo toda la variedad cromática.
No puedo evitarlo, me seducen las mentes.
¡Que se marchiten los cuerpos!
Yo hago el amor con las mentes…
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