A veces la naturaleza nos sorprende con sus caprichos.
Los seres humanos, en nuestra egolatría autocomplaciente creemos poder estudiar todos sus fenómenos, creemos que podemos imitarla a la perfección, pero no siempre es así.
Es cierto que podemos manipular seres vivos y utilizarlos para obtener algún beneficio propio, es cierto que podemos sintetizar prácticamente cualquier sustancia de manera casi exacta a su homólogo natural.
Pero hay excepciones que la naturaleza utiliza para sorprendernos y bajarnos de esa nube de ingenua egolatría.
Entre esas excepciones se encuentran los cristales de nieve, como pequeñas criaturas endiabladas que corretean por el cielo formándose, fusionándose, destruyéndose y volviéndose a formar.
Todos los cristales de nieve tienen seis puntas, pero no hay dos cristales iguales.
Es teóricamente imposible que lleguen a formarse dos cristales de nieve exactamente iguales. Esta excepcionalidad les otorga a sus caprichosas y recurrentes formas aún más belleza y lirismo.
Pero lo bello se deteriora pronto y los cristales se derriten en menos de un segundo entre nuestras manos, nuestros 37ºC de pura egolatría los destruyen, acabando con su forma única e irrepetible, perdiéndose para siempre…
El tiempo pasa deprisa y a veces un segundo es demasiado…
Escrito por el mayor ególatra sobre la faz de la Tierra.
creo que al fin y al cabo todos tenemos un puntito de ególatras, aunque delante de otras personas no lo squemos, no porque no queramos, si no porque el cuerpo nos pide darlo todo.
ResponderEliminarMe ha gustado la reflexion sobre tus cristales nieve, y se podría asimilar a la justificación de las personas, nunca hay dos exactas, aunque si pareceidas.
un saludo niño (te encontré a traves del fotolog)
Gracias Blas, totalmente de acuerdo, un saludo! ;)
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