miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fénix.



Nuestras vidas son aves con un cielo por universo que aturdidas chocan entre sí y acto seguido continúan su camino. Mi ave suele caer al suelo y levantarse, caer y levantarse, vida de fénix.
A veces me aliento en el nefasto pensamiento incorpóreo de un salobre sentimiento que templando con una calma abrumadora no llega, que se escapa, que ya no hiela.
A veces también me enamoro de arrebatos, de impulsos de carne y hueso, me enamoro de vida alterada y de sangre hirviendo por venas que buscan desembocar en calmas amarillas.
A veces me enamoro de ruidos callados en sombras blancas, y azules, y negras y moradas y rojas y dulces.
A veces me enamoro de un recuerdo que nunca existió y es memoria de un muerto.
¿Por qué amando ya no vuelo?

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