domingo, 26 de diciembre de 2010

Sevilla, de cuyo nombre no quiero acordarme.


En un lugar de Sevilla, de cuyo nombre no quiero acordarme,
Dejamos enterrado el paraíso
Y allí quedó sepultado bajo un manto de egoísmo
Entre las rosas muertas y los erizos fríos
Muertas, más que muertas, tibias
Sin espinados filos
Filos de recuerdos vivos en campanas muertas
Muertas, más que muertas, vivas
Vacilantes a su paso, yertas
Suenan;
Din: vivas.
Don: muertas.
Din: vivas otra vez.
Me miran furiosas
Erguidas en su altivez
Resultan graciosas
Sus miradas calientes
Sobre el paraíso crece la hierba
Sobre la nada crece mi mente
.
.
.
.
.
“¿Huele a paraíso? Es porque estuve allí ayer,
pero Eva me echó.”
Ya hierven.

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