Tengo que regalarle esta lágrima que es la última a esta ausencia inengendrada, a ese suspiro que derrite almas partidas, partidas y desangeladas.
Tengo que abrirme el corazón sin cirugía y dejar caer lo que anhela, tengo que olvidar las cicatrices, deshacerme las heridas, si hace falta entrego toda mi vida.
El futuro que no fue me visita cada día y me sonríe, esa sonrisa irónica y traicionera, maldito futuro incierto, ya te alcanzaré, ya…
La razón loca de este pensamiento no entiende de recuerdos ingratos, ni de otros pensamientos mayores, entiende de él y de su magia apagada, de su pasar por los años, de los regalos, la necesidad, la gratitud y la constancia, de la sustancia disuelta en mil mares de ceniza.
Entiende de esfuerzos y de fuerzas, no de decadencias, no de humo ni apariencia. De lágrimas primeras y últimas, no de intermedias, de besos primeros y últimos, no de unos cualesquiera.
A los besos venideros, que por donde quiera vengan, yo les mando un abrazo, y que ese maldito pensamiento loco no los detenga.
Tenía que regalarle esta lágrima que es la última, lo juro, es la última, a esta ausente primavera.
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