miércoles, 22 de diciembre de 2010

Hoy me aferro a tus sinestesias.



Me busco en tus ojos y me pregunto qué música tocan tus latidos. Si nuestros sueños encontrarán la calma o si no podrían rozarse nuestras almas.
¿Cómo que a qué huele una nube? ¿Cómo que a silencio? ¿Cómo que a qué huele el silencio? ¿Cómo que a vacío? ¿Cómo que a qué huele el vacío? ¿Cómo que a nube?
Los poetas hablan con miradas infieles, miradas que miran a cualquiera que se cruce en el viaje a su destino.
¿Cómo que a qué huelen los sueños? A vacío, a vacío huelen los sueños, los sueños huelen a vacío…
A veces te busco en la sinestesia interna de un recuerdo marchito, desangelado, a veces vivo y fulgurante.
Los libros también sienten, cuando los miras, cuando los acaricias también se estremecen, cuando los abres haces el amor con ellos, siempre hay una primera vez, desde ese momento el libro pasa por diferentes manos y finalmente quedará olvidado en alguna estantería polvorienta, sin manos que le hagan el amor. Cuando un libro se olvida, muere.
¿Cómo que si las paredes también sienten? Ellas nos oyen respirar, nos observan, si las paredes se van sólo queda la noche, si las nostalgias se van no queda nada.
¿Acaso huelen los colores? ¿De qué color son las fragancias?
¿Los sonidos tienen sabor? ¿A qué suenan los sabores?
¿Tienen color las caricias? ¿Qué tacto tienen los colores?
¿Tiene sentido un pensamiento?
Que se mueran las musas…
Hoy me aferro a tus sinestesias.

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