Esta calidez que siento no es la que antes me abrigaba.
Este tacto inerte no es el tacto vivo del vello que quemando acariciaba. Ni esta sombra alta es la habitación para dos.
Ni esos ruidos son ya cantos de musas apagados. Ni los abrazos marchitos nublan la danza de dos cuerpos rotos por la presencia estrecha del ajeno. Ni la cercanía ligera de esos labios alumbra el roce de ese fuego interno que es nuestro infierno. Estos labios no son los tuyos ni los míos son los de otro.
¿Es esta piel la tuya o su recuerdo?
El fulgor luminoso de dos cuerpos encadenados, la luminosidad fulgurante de dos almas separadas.
Esa respiración no es ya el viento susurrante de mentiras infundadas, esos ojos no son los mares castaños en los que me ahogaba y esos dientes no son los que al besar levemente rozaba.
Ni tu piel ya me recorre estremeciéndome ni me araña con caricias. Ni esa piel es la tuya ni la mía es la de otro.
La sinrazón incandescente de dos cuerpos confundidos.
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