Ya no está conmigo.
Su fidelidad inquebrantable se ha diluido con la luz de las mañanas.
Y su ingenio exquisito ya no me alumbra con cada luna de esas que salen al alba.
Al despertarme ya no la encuentro esperándome a los pies de mi cama. Ni me acompaña en el desayuno, ni mientras me cepillo los dientes, ni en el bus de camino a la facultad.
Ya no me regala frases en las clases de genética.
Ni me coge de la mano al volver a casa. Ya no me tomo entre mis brazos ni me llevo al mundo a mendigar fervor.
Que yo no quiero musas, yo quiero inspiraciones furtivas, fugaces y débiles. Quiero inspiraciones que pueda doblegar.
Quiero inspiraciones que me hagan soñar, que me lleven al infinito a dibujar mundos en el horizonte, quiero inspiraciones que sepan volar.
Quiero inspiraciones que me hagan soñar, que me lleven al infinito a dibujar mundos en el horizonte, quiero inspiraciones que sepan volar.
Que no quiero más musas, que no, que yo quiero inspiraciones, que no quiero musas vacías, con ojos vacíos, senos vacíos y corazones vacíos. No quiero musas mudas ni ciegas, quiero musas sordas que no oigan lo que me susurran mis inspiraciones.
Quiero inspiraciones que me atosiguen mañana y noche, que me vigilen en mis sueños, inspiraciones celosas de musas, inspiraciones vírgenes.
La veo alejarse y perderse entre la bruma que deja el celeste de cada noche. Se pierde entre las letras.
Maldita inspiración, ¡Vuelve!
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