miércoles, 15 de agosto de 2012

Prodigiosa blasfemia



No necesito creer en falsos dioses porque eres Tú la única fe que profeso, el único milagro que necesito.

Y que me llamen blasfemo si te beso, que me llamen devoto si no te veo y si te veo que me proclamen esclavo de tu credo.

Que todos saben y yo más que nadie, que no son casualidad esos andares, que cuando Tú pasas el tiempo sobra, las callen callan y te adornan con su silencio, que el cielo cae y te observa mientras yace esparcido por el suelo. ¡Dime que no es prodigioso ese camino que Tú marcas!

Que la palabra corazón incluye la palabra razón y que no hay fe que la sustente salvo la tuya.

Que si todas esas falsas divinidades supieran de tu existencia bajarían a la tierra solo para contemplar el paisaje que ofrece tu sonrisa, que no hay mejor espectáculo que tu cuerpo.

Que yo sé lo que es estar muerto y que Ella me cree, me reinvente y me haga volver a nacer solo con mirarme. Yo sí sé lo que es ver correr la arena por su espalda y que estallen todos los relojes a su paso, que aniquilaría a todo un ejército de recuerdos dolorosos con un par de breves pestañeos, yo sé el cataclismo que provoca su voz en mi pecho.

La hecatombe de su risa en el espacio y el caos de su pelo en la almohada. Que sus manos entre las mías son el puzle más perfecto.

Que la busquen, que la contemplen todos esos falsos ídolos y se avergüencen de su mediocre totipotencia, es su mandato el único capaz de doblegarme, es el milagro de entregarle toda mi vida lo que me hace sentir realmente vivo.

“Qué lindo escándalo. Qué venturosa, espléndida, inmortal, prodigiosa blasfemia.”

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