miércoles, 15 de agosto de 2012

Edén



Quién hubiera imaginado que podía ser tan maravilloso escudriñar el rastro de tus besos en el aire, desdibujar sus sombras en el viento y adormecer al tiempo, siempre que pueda.

Quién se desnudaría de vida si pudiese, para encontrarte siempre que quiera, ¿quién se escondería bajo tu sombra? Dime ¡Quién sino yo para amarte! ¡Consúmeme! Despacio, que soy de cera que no arde, hierve bajo tu piel de arena, que suave susurra entre tus dedos y anuncia la leve muerte que baila al son de tus caderas.

Júrame que esto es cierto, que de verdad existes, ángel, cielo y Dios en un mismo cuerpo. Yo que solo soy creyente de ti, de mi, de ambos. Dos que se hacen uno a cada instante que me miras, luz a escondidas de razones fugitivas, como prófugo es el tiempo que termina donde comienza tu cuerpo.

Quién lo hubiera imaginado…

Que tu camino sería la línea de mi vida, tu piel la cuna de donde nace el universo y el cielo de tu boca, el paraíso terrenal.

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