No encuentro la razón por la que entraste en mi memoria y decidiste que era un bonito sitio para quedarse a vivir.
No obstante, ya que soy tu huésped, he de ser servicial y atento contigo.
Te concedo absoluta libertad dentro de mí, especialmente si es para destruirme.
Sobre todo si piensas carcomerme lentamente y alimentarte de mí que soy entero tú en mi carne o si piensas acabar conmigo de un bocado.
En cualquier caso quiero que acabes conmigo, que cuando tú te marches no quede nada de mí.
Pulverízame para mezclarme con la arena que pisas.
Demuéleme como terremoto que eres sino latido en mi pecho.
Hazme pedazos, ¡róbame a la muerte!
Consúmeme en tus recuerdos…
Derríteme entre tus manos, quiero entrar en tu boca, salir por tus ojos, secarme en tus mejillas y evaporarme, quiero que me inspires, que me expires, alzarme hasta tus pupilas y frente a ellas quedarme, como gas que contempla los agujeros negros que han de tragárselo para desaparecer, eternamente…
¡Destrúyeme! Más allá de ti nada tiene sentido.
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