Su abrazo era el nudo era más fuerte que el mejor lazo que el marinero más experto era capaz de realizar. Él tomó aire, la apretó contra sí y le susurró al oído:
-Lo siento.
-Más lo siento yo- Respondió.
Se desnudaron, no como antaño deshaciéndose de sus ropas, ahora se deshacían de su nudo, aunque solo simbólicamente, el vínculo seguiría eternamente unido, no habría fuerza en el mundo capaz de deshacerlo.
Con terrible dificultad se arrojó de entre sus brazos al vacío.
-Lo siento-Repitió, y sin volver a mirarla a los ojos por miedo a encontrar algún diamante en su reflejo comenzó a andar. Más rápido, más, más rápido.
Miró atrás y la vio alejarse, pensando si lo vivido era parte de la realidad o uno de los encuentros tan soñados, aunque con final muy distinto. Siguió su camino y guardó en sus retinas la imagen del amor andando, perdiéndose entre los rayos del Sol.
Caminaron, caminaron durante días, siglos quizás, caminaron en sentidos contrarios, seguros de que caminando darían la vuelta al mundo, y de que a mitad de camino, en las antípodas, Dios sabe después de cuánto tiempo, se volverían a encontrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario