sábado, 27 de noviembre de 2010

Todo a la basura.



Ayer también decidí tirar los trastos viejos. Lo inútil, lo inservible, lo que simbolizó algo y ya no significa nada.
Decidí apartar de mí cualquier recuerdo, así que agarré una bolsa de basura y sin mirarlos por última vez fui depositando con dejadez uno a uno los objetos que me evocaban algo. Tampoco había mucho que tirar. Y allí arrojé las ilusiones, los sueños rotos, algún que otro llanto, la esperanza húmeda, mucho tiempo invertido, aún más esfuerzo, dedicación, hambre, dinero incluso arrojé a esa bolsa de magia apagada. Y mientras lo hacía experimenté veintitrés sensaciones diferentes, veintitrés, las analicé todas; algunas eran viejas amigas, otras eran desconocidas, pero todas me empujaron a cerrar esa bolsa, a hacerle veintitrés nudos, veintitrés, por si algo intentaba escapar y volver a mí.
Y corrí a la calle, unas sensaciones fueron suplantando a otras, las nuevas a las viejas, pero siempre eran veintitrés, por el camino fui analizándolas todas mientras corría casi al contenedor de basuras.
Y allí llevaba en mi mano la luna y las estrellas, las rosas apagadas, la música marchita, las manecillas del tiempo, las promesas quebradas, frágiles, como las briznas de hierba en la que nos tumbábamos al principio en aquel octubre de sueños que resultaron ser mentira.
Me pregunté por un instante dónde tirar la bolsa, ¿No habría un contenedor de sueños? ¿Dónde van los sueños muertos?.
Una voz me dijo: “¡Vuelve!”. Pero agarré mis veintitrés sensaciones, todas nuevas ya, y corrí aun más rápido al contenedor de basuras, y con rabia contenida arrojé la bolsa al fondo.
En un segundo las veintitrés sensaciones se entremezclaron las unas con las otras, se intercambiaban, aparecían y desaparecían, como si alguien hubiera agitado el cuerpo que las contenía, finalmente, fueron volviendo a un equilibrio en el que me era posible de nuevo analizarlas, y allí estaban las más variopintas, había ilusión y esperanza, también desasosiego, pero eso qué importa, rabia, ira, desengaño, pero también fuerza, mucha fuerza, superación, ese afán de superación que siempre vivió conmigo y me hizo ser lo que ahora soy. Y así hasta veintidós sensaciones distintas, ¿la última?, era neutra, vacío listo para ser ocupado.

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