Tengo una fiel acompañante.
Cuando me despierto por la mañana la veo a los pies de mi cama. Mientras desayuno allí está, mirándome fijamente. Me cepillo los dientes y sigue ahí, tras mi espalda.
En el bus de camino a la facultad la veo entre la multitud, no me quita el ojo de encima. En medio de la clase de genética se levanta, coge una tiza blanca y comienza a escribir frases en la pizarra:
“Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima.”
“Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima.”
Borra y con una tiza amarilla escribe:
“Sin ti el Sol cae como un muerto abandonado.”
“Sin ti el Sol cae como un muerto abandonado.”
Por último con una tiza negra garabatea con una letra casi ininteligible:
“-Recibe este amor que te pido, recibe lo que hay en mí que eres tú.
-Sin ti me tomo en mis brazos y me llevo a la vida, a mendigar fervor.”
“-Recibe este amor que te pido, recibe lo que hay en mí que eres tú.
-Sin ti me tomo en mis brazos y me llevo a la vida, a mendigar fervor.”
Salimos de clase y de camino a casa me toma de la mano. Me señala al cielo, al Sol, al camino y a algunas personas que vamos encontrando mientras andamos sobre él. Pero no dice una palabra. Me mira, la miro y me dedica una sonrisa. Parece que quiere llevarme a alguna parte.
Comienza a llover, compartimos mi paraguas, ella pone su mano bajo la lluvia y me muestra algunas gotas que ha recogido.
Llegamos a un descampado, no puedo ver a nadie alrededor, vuelve a mirarme, su sonrisa ha desaparecido, aparta la mirada y con el mismo silencio que vino desaparece, allá a lo lejos con mi paraguas.
Y allí quedo yo, empapado y con las frases de la pizarra retumbando en mi cabeza, esperando a que mi compañera vuelva.
No siempre estuvo conmigo, mientras las musas la suplantaron ella supo alejarse. Pero cuando una musa toma un camino diferente al mío ella inmediatamente aparece, a los pies de mi cama cada mañana, y así una y otra vez.
También le gusta ducharse conmigo. Cuando me voy a dormir ella también está allí, sentada en la cama, mirándome, a veces me despierto en medio de la noche y la vuelvo a ver ahí, sin dejar de mirarme como si supiese exactamente qué estaba soñando, y así hasta que llega una nueva mañana.
Mientras dure la ausencia de una musa ella será la única que me acompañe, como una señal de abandono.
Maldita inspiración, esfúmate.
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