domingo, 30 de septiembre de 2012

Matria


Es algo que hay dentro de mi, que sale de mis profundidades, de mis abismos. Brota, emerge como la fe. Tan pasional, algo tan irracional como la misma fe y que luego la razón moldea. Como el minúsculo y vulnerable brote de olivo que ha de retorcerse, acomodarse durante años para decidir su postura, y cuando esto ocurre se vuelve robusto, impasible, férrea madera de fe moldeada por el pensamiento crítico.

Es esta pasión que me corroe. Me da la vida y me consume. Es esta matria que me hizo y me deshace.

No nací en ella, nací de ella, estoy hecho de remiendos de su esencia.

Ella me forja, me da espíritu, me insufla aire divino.

Con un solo quejío me levanta y me domina.

Ella...

Tú, amor gigantesco y eterno... Amor siempre fiel.

Sobre mi piel se erigen tus mezquitas, tus Giraldas, tus Alhambras, tus torres del Oro. Tus palacios, tus ruinas, tus acueductos. Tus casas blancas sobre tu campo verde. Tu furia roja, tu espíritu que hierve.


Por mis venas corren tus aguas. ¡Están tintados tus ríos por mi sangre!


La espuma de tus mares reside en mi saliva, mis ojos son el verde infinito de tus olivares.


Tus gentes están en mi risa y mi voz en las suyas.

Matria, mi dulce matria...

Guardo el azul de tu cielo entre mis brazos, en el negro de sus noches relucen tu luna y hasta constelaciones de mis lunares.

Matria. Estás en mi, no hay quien nos separe.






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